martes, 20 de noviembre de 2012

De "Sencillas reflexiones" (El Imparcial, 10 de enero de 1913)

En 1913, Ortega ejerce de secretario del Congreso Científico de Madrid, organizado por la Asamblea para el Progreso de las Ciencias. Sus dotes de orador le dan un enorme prestigio, inusitado en un joven de 29 años que aún no había publicado un solo libro. Es también el año de su plena irrupción en la vida pública, mediante la fundación ese otoño de la “Liga de Educación Política”, asociación de jóvenes intelectuales.

"La lucha política ha llegado a tal simplismo, que un escritor ajeno a los partidos organizados y amigo de atenerse a la complejidad de lo real, está condenado a enojar a los dos bandos. Y lo peor es que en nuestra tierra no aceptar la disciplina, el ideario de los partidos constituidos, se interpreta como una insoportable vanidad".

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