"La tristeza se presenta como una coloración deprimente que va llenando el volumen de nuestra alma; podemos, en un momento, determinar, como en una marea, la altura a que llega: hay tristezas periféricas que no llegan al centro de la persona, hay tristezas profundas que anegan todo nuestro ser. En las primeras, el yo se siente aún intacto: la tristeza está en torno a él, más o memos distante, pero no en él. En las segundas queda sumergido y, como suele decirse, ahogado en angustia".
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