El 16 de julio de 1920 se declara
de nuevo vacante la plaza que iba a ocupar Ortega en la Academia de Ciencias Morales y Políticas,
aunque se daba al filósofo la posibilidad de optar y presentar de nuevo
el discurso. Sin embargo, finalmente no lo hizo.
"Es útil al Estado que haya revolucionarios, con tal que no sean muy numerosos. Ellos imponen la evolución a la inercia de los demasiado felices, constituyen el fermento de la sociedad que impide su putrefacción; son, como decía sonriendo Epicuro, la sal que conserva el pernil del cerdo".
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