"Convenía, pues, que los obreros repensasen su credo, volviesen a meditar sobre sus armas y su plan de combate y se libertasen del torpe fanatismo con que siguen la irreal geometría de Marx. El Manifiesto comunista es una obra genial de captación e ilusionismo; pero nada más. La realidad se ha vengado de ella como de todo intento que se haga para suplantar lo vivo y concreto por lo pensado y abstracto".
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