"Cuando llega a cada cual -individuo o grupo- la hora de ser atropellado, pone el grito en el cielo, busca en torno quien le socorra, y sorprendiéndose en el vacío, hace el descubrimiento de que la sociedad española es insensible al crimen e insolidaria de toda causa justa. Entonces el ofendido, si tiene armas, se siente impulsado a la violencia, como el militar, el obrero; si no las tiene, la humillación y la iracundia abren en él un venero de acritud".
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