martes, 20 de diciembre de 2022

De "Sensaciones parlamentarias" (La Nación, 7 de julio de 1932)

"Sólo al intelectual pura sangre le acongoja y desmoraliza haber dicho tonterías. Y no por vanidad ni narcisismo, sino porque el intelectual que se sorprende en flagrante tontería, es decir, que ha dicho algo que no es verdad, tiene la impresión de haber cometido un crimen irremediable, de haber matado algo.

Una tontería, en efecto, no es algo positivo; es simplemente la destrucción de lo otro que en su lugar habría enunciado la discreción. En cambio, el político con muy buen acuerdo, dueño de jugos gástricos más poderosos, digiere su propia insulsez o extravagancia con suprema facilidad, y tan campante.

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