martes, 22 de noviembre de 2011

De "La ciencia romántica" (El Imparcial, 4 de junio de 1906)

El 13 de octubre de 1906 Ortega llega a Marburgo, comenzando  su segunda estancia en Alemania. Disfruta entonces de una pensión del Ministerio de Instrucción Pública para estudiar la “Prehistoria del criticismo filosófico”. El 17 de noviembre ingresa en la Universidad de Marburgo, donde asiste a clases de Hermann Cohen y Paul Nartorp, empapándose de neokantismo y de cultura alemana.

"De esta suerte está salpicada y esparcida el alma española en sinnúmero de círculos discretos y es la vida española un montón de avemarías desglosadas que jamás se enhilan en rosario.

¡Cuánto más fructífero sería pensar que todas nuestras acciones tienen una dimensión común: lo nacional; que todos los libros además de ser problemas científicos, son problemas nacionales! El individuo no ha existido nunca: es una abstracción. La humanidad no existe todavía: es un ideal. En tanto que vamos y venimos, la única realidad es la nación, nuestra nación; lo que hoy constituye nuestros quehaceres diarios, es la flor de lo que soñaron nuestros abuelos. Por esto, acaso, afirma Shakespeare que somos de la misma urdimbre que nuestros sueños y de su misma sustancia. Los padres sueñan a los hijos y un siglo al que sobreviene. 

Tenemos pues un terrible deber con el porvenir, que da a todas nuestras acciones un valor religioso, porque si algo de suculento ha de cocerse en los pucheros de nuestros nietos, habremos de comenzar a guisarlo ahora."

2 comentarios:

  1. El problema es que ya hemos comenzado a guisar: un potpourri, una olla podrida, en la que no hay nada de sustancia y sí muchos restos en mal estado. En la olla no se puede poner todo lo que encontramos porque el resultado es indigerible, además hay que compensar los ingredientes. En esta que cocinamos hay una cantidad excesiva de individualismo, relativismo, desafecto, mediocridad, poco esfuerzo, ignorancia, analfabetismo y mala baba, mucha mala baba, y claro así no hay forma, ¡pobres nietos!

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  2. ¿Y a quien no se le ha estropeado la comida alguna vez mientras cocinaba? Con esta olla indigerible -totalmente de acuerdo- lo mejor que se puede hacer es tirarla, y empezar a cocinar de nuevo.

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