"Sea hospitalaria nuestra inteligencia y enseñémosla a gozarse cuando a nuestra puerta llama un extraño, un desconocido, una idea o emoción con que no contábamos. Obra sobre nuestro espíritu un terrible poder de inercia, el cual nos induce a contentarnos con el trozo de vida que nos es habitual. A poco que nos descuidemos, esa propensión estadiza y morosa creará en nosotros la firme convicción de no haber más realidad que la presente ante nuestros ojos. De nada, como de esta inclinación, debe desconfiar quien aspire a hacer de sí mismo un delicado instrumento de humanidad".
¿Y si en lugar de una inteligencia hospitalaria se tiene un cardo borriquero que desconfía de todo lo nuevo? En realidad esa inercia es el espacio calido seguro y conocido en el cual ya no sobresalimos. Abrirnos a otra realiadad nos obliga a mostrarnos, por eso mismo poco a poco nos vamos deshumanizando.
ResponderEliminar