"De todo cabe una beatería. Como la hay religiosa, la hay política. Casi todos los políticos radicales son, sincera o fingidamente, beatos de la democracia. Pues bien, existe una beatería de la cultura. Y es curioso que, donde se quiera, se presenta la beatería con idéntico repertorio: tendencia al deliquio y al aspaviento, posturas de ojos en blanco, gesto de desolación irremediable ante el escéptico".
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